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La deglución, del latín deglutĭo, es un proceso complejo por el cual sustancias como los alimentos y la saliva se trasladan desde la boca hasta el estómago,[1] sin obstruir las vías respiratorias. El acto de tragar se inicia de manera voluntaria, en tanto el reflejo de deglución involuntario se activa mediante estimulación de la base de la lengua. El proceso de ingesta de los alimentos comienza en la boca, donde estos son masticados por los dientes, amasados por la lengua y humedecidos por la saliva, de modo que la comida se transforma en una masa de consistencia pastosa llamada bolo alimenticio. Una vez que ésta adquiere la consistencia adecuada, la lengua empuja el bolo alimenticio hacia atrás para que ingrese a la faringe. Desde allí, el bolo alimenticio continúa su camino hasta llegar al esófago. La acción de deglutir implica la intervención de diversos músculos que actúan de forma integrada,[2] convirtiéndose en una respuesta refleja desencadenada por impulsos nerviosos aferentes de los nervios trigémino, glosofaríngeo y vago.
La deglución es considerada uno de los actos instintivos inherentes al ser humano desde su nacimiento, un mecanismo complejo en el cual intervienen coordinadamente estructuras de diferentes sistemas tales como el sistema digestivo, el sistema respiratorio y el sistema neurológico, entre otros.[3]